PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 7                                                                                                       MARZO-ABRIL 2003
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MI Y UN






La paternidad y más la maternidad constituyen una correlación con la filiación que no siempre es bien considerada. Todas son relaciones fundamentales entre personas pero las mismas varían sustancialmente en el grado de responsabilidad que entrañan. Mientras la paternidad y maternidad son vinculaciones voluntarias, la filiación es una relación pasiva. Los padres pueden elegir ser padres, pero el hijo no puede decidir sobre la conveniencia de su existencia ni la adecuación de su familia.

Estos hechos de la naturaleza que el hombre cada vez asume de forma más consciente y voluntaria, implican unas trascendencias sobre su personalidad y su responsabilidad. El posicionamiento psicológico de la persona frente a la relación de paternidad o maternidad es determinante para su influjo social. La valoración de uno mismo en el proceso como medio o como fin puede marcar significativamente el desarrollo de la relación.
Especialmente la maternidad, además de la relación entre dos personas, comporta para la madre una serie de satisfacciones sensoriales y afectivas que podrían constituirse en los objetos primarios de la concepción, de modo que el hijo es buscado como un complemento de realización de la propia personalidad. Paternidad y maternidad así constituyen al hijo en el referente de lo propio, una proyección de perpetuación del sujeto.
El fundamento de individuación de la persona como sustancia tiene que marcar el necesario distanciamiento de todos sus accidentes, entre ellos el de la relación. La personalidad de cada individuo está en su ser más allá de la vinculación que le ataña por familia o grupo. La libertad no puede ser mediatizada por derechos distintos de los de relación entre sujetos de pleno derecho.
La afectividad del ser humano y su capacidad de amar, de darse en beneficio de otro, tiene una muy especial realidad en las relaciones de paternidad, de modo que posibilitan existencialmente la atención continuada hacia el hijo hasta su madurez. El peligro de esa dedicación es que se llegue a confundir a la persona sujeto de la entrega con el objeto construido como un propio proyecto.
Esa privacidad que refleja con frecuencia la distinción entre mi hijo y un hijo no es banal de ser analizada. Por un lado, la significación posesiva oculta en ocasiones la verdadera conciencia de la libertad individual del hijo; por otro, se asume una distinción desproporcionada en la responsabilidad de la protección de derechos del propio hijo frente a los demás. El bien debido que se proyecta en el propio no guarda relación con la necesaria corresponsabilidad en el bien del menor ajeno. Las relaciones de paternidad no agotan las obligaciones sociales de los padres, y en ningún caso pueden justificarse como conflicto de intereses a favor del propio hijo.
Un cierto desequilibrio entre los conceptos de mi y un son la consecuencia efectiva de la perspectiva de concebir un hijo como un objeto de satisfacción personal. La crítica que ha suscitado recientemente el deseo de realizarse como madres mujeres fuera de la edad natural evidencia cómo los derechos de los menores no pueden ser considerados como irrelevantes en el momento de planificar una concepción.
¿La pretendida igualdad de derecho a la paternidad esgrimida por homosexuales no choca con el derecho de los hijos a una familia natural estable?.
¿Puede socialmente considerarse justo utilizar a los hijos como instrumento de venganza en la pareja desavenida?. ¿Puede acaso cada uno de los miembros de la pareja considerar al hijo común como propio con detrimento de la necesidad de relación para con la otra parte?.
Considerar las relaciones de paternidad y maternidad desde los parámetros del bien y la libertad del hijo parece ser uno de los aspectos primordiales de la paternidad responsable que asumido por la sociedad se conforme en su cultura y trascienda hasta el derecho. En la medida que el hombre y la mujer más se formen en esa filosofía, y más se beneficien los derechos de los hijos frente a los intereses de los mayores, la sociedad habrá ganado en progreso de humanismo.