PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 71                                                                                       NOVIEMBRE - DICIEMBRE  2013
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SENTIR LA MÚSICA
 
Todas las artes contienen algo de universal en cuanto ordenan la armonía de una expresión. Es como un lenguaje selectivo destinado en primer término a causar sensación, y más en profundidad a activar sentimientos de placer, sugestión, crítica, melancolía... Lenguaje con el que se interroga el propio artista y comunica el significado que infunde a través de su obra.
El arte exige un medio en el que realizar la materialización sensible de la creación, pues la mera abstracción o intuición formalizada en la armoniosa imagen mental no se puede considerar sino el proyecto intelectual de la obra a realizar. Sólo cuando el autor materializa su obra puede percibir la identidad respecto a su proyecto y el grado de cualidad alcanzado. Esa iluminación previa de la mente que se denomina inspiración puede darse tan perfecta que en el proceso de materialización pierda identidad; o, por el contrario, que en la elaboración material alcance el culmen de lo intuido.
Existen disciplinas artríticas, como la pintura, la arquitectura, la literatura, la escultura, que tras proyectarse, más o menos definidas en la mente, no pueden contemplarse por los sentidos hasta estar todas las fases de la obra concluidas, y así permanecen. Otras, como la música o el drama, se contemplan en el mismo tiempo que se ejecuta su realización, y luego no permanecen, salvo en reproducciones, por eso cada interpretación de una de esas obras se considera la plena realización artística de la obra concebida. La partitura y el libreto contienen la materialización del proyecto, pero su realización no se alcanza sino en la interpretación. Mientras una novela o un poema permanecen tal cual a lo largo de los siglos, una interpretación dramática admite una permanente dirección e interpretación que logran más o menos reproducir la plena motivación que pudo tener el creador.
La música, por el afinamiento que requiere para reproducir cada nota en el instrumento, la secuencia para seguir el ritmo y el compás, elementos fundamentales de la armonía, exige una perfección en la ejecución total, pues la coincidencia entre la audición y la interpretación no admite posibilidad de rectificación.
La música precisa por tanto un talento creativo y un talento interpretativo, cuyos dos procesos exigen sentir la música que suena al hacerse realidad, ya que la motivación de un sentimiento exige la vibración de los sentidos externos que comuniquen el acontecimiento de la armonía a los sentidos internos, que inducen el sentimiento de la conciencia humana. El éxito de esa operación radica en el éxito de la ejecución acertada en obtener las precisas notas del instrumento, que como ejecución de un miembro del cuerpo humano requiere la coordinación del sistema neurológico, que aúna atención simultánea a los movimientos corporales y a la percepción auditiva. Como todo ello radica en un único cerebro, cuanto más reflejos sean las movimientos de los miembros, más atención se podrá dispensar al afinamiento que demanda la audición.
Ese proceso de perfeccionamiento en la interpretación musical suele tener dos etapas: La primera identifica las posiciones e intensidades de los órganos de la persona para  producir las notas y sus desplazamientos para conseguir la secuencia rítmica. La segunda es sentir la música como una abstracción armónica que se identifica en un primer proceso con un modelo, y posteriormente con el sentimiento de perfección que demanda la educación musical y la sensibilidad personal.
Hasta que el instrumentista no logra realizar la ejecución material de una partitura de modo reflejo, no logra liberarse del esfuerzo de la respuesta mental para dejarla absolutamente a servicio del sentimiento para guiar la interpretación según el sentir pleno de la música.
 

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