PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 73                                                                                     MARZO - ABRIL  2014
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EDUCARSE PARA EDUCAR

 
Los profesionales de la enseñanza tienen que sumir que cada uno de sus actos ante sus alumnos es una referencia para los mismos de ejemplaridad, pues, quieran o no, constituye un modelo de actuación para quien, porque se está formando, precisa modelos que le inspiren qué imitar, especialmente en los rasgos de su personalidad que aún no se encuentran suficientemente definidos.
Interiorizar esa realidad supone un complemento de responsabilidad sobre la cualificación profesional, porque lo que le exige es que además de ser instruido sea una persona de bien y ética, no sólo a su juicio, sino también al de los alumnos. Ello implica la necesidad de examinarse si todo su comportamiento en la escuela es adecuado, y considerar ante las deficiencias la manera de mejorar, lo cual implica progresar en la propia educación para ofrecer permanentemente la imagen adecuada al objetivo educacional de sus alumnos.
Ese saber educarse el profesor exige un espíritu emprendedor y una fuerte dosis crítica para saber discernir en sus fuentes de formación y de información el qué desfavorece su ejemplo ante sus pupilos. Como fuente de formación puede utilizarse la experiencia de compañeros que llevan más años en la enseñanza, sobre todo de los que poseen mejor ascendencia por sus modales sobre los alumnos. La fuente de información es la de saber aceptar como una necesidad la crítica de sus compañeros, tanto en lo que personalmente detectan como lo que conocen por los comentarios de los escolares.
Toda persona en su adaptación a la actividad profesional necesita recordar sus conocimientos teóricos, actualizarlos y aplicarlos. En un profesional de la enseñanza se funden ese recordatorio y su aplicación, pues en la conciencia del acto de enseñar se aúnan el qué se comunica y el cómo se comunica como un único acto de pedagogía que se perfecciona cada vez que se aplica. Esa maestría es en la que debe educarse cada profesor analizando la eficacia del resultado obtenido cada vez que lo ejecuta.
La otra vertiente de la educación del profesor está en saber más para afianzar mejor los límites del conocimiento de cada asignatura que imparte, para poder satisfacer la curiosidad incluso del alumno más aventajado. Esa impresión que se obtiene del profesor que aparenta que sabe casi hasta el infinito se deriva de quien actualiza permanentemente su cultura, lo que no sólo amplía los márgenes del saber, sino que refuerza la seguridad de exposición de lo consabido.
Otro aspecto que a un profesor le concierne es mantenerse actualizado respecto a la información que sus alumnos reciben de los muy diversos medios sociales que frecuentan, para avalarla o neutralizarla desde un juicio de autoridad antes que las ideas contrarias a la ética puedan desautorizar los comportamientos honestos. Realizar esta tarea sin la descalificación del autoritarismo exige conocer los pormenores de las informaciones para hacer razonar a sus alumnos desde la crítica de los fundamentos que los sostienen.
Quizá esa reivindicación de los medios necesarios para sumir adecuadamente la responsabilidad de la enseñanza sea una permanente demanda de los profesores a la administración que les dirige, pero no menos importante es la implicación personal de mostrarse educado y respetable por el propio comportamiento, que va desde el cuidado en el vestir al buen uso de la palabra, pasando por el esfuerzo para conocer los pormenores que puedan influir sobre cada alumno respecto a su rendimiento escolar.
 

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