PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 76                                                                                     SEPTIEMBRE - OCTUBRE  2014
página 10

RESPONSABILIDAD DE LA VOZ

 
Reclamar una posición social con voz pública es la aspiración de un gran número de instituciones. Medios de comunicación, grupos políticos, entidades económicas, ONGs, comunidades religiosas, asociaciones culturales, etc. aspiran a que su opinión llegue al resto de la sociedad para ser tenida en cuenta en la configuración de las decisiones sociales que incumben a la comunidad. El fin que mueve esta tendencia social es la relevancia que debe tener en democracia un contraste de opiniones que configure un auténtico diálogo social, porque con él, y no sólo con el discurso político, se considera que se construye una sociedad plegada a las aspiraciones y voluntad de la ciudadanía. Ello está en la causa de la proliferación de medios de expresión, como redes sociales, revistas digitales, editoriales virtuales, formatos musicales y cualquier nueva forma de comunicación que la tecnología innova de continuo. Ese mismo fin lo buscaron sus predecesoras asambleas laborales, manifestaciones públicas, pasquines o revistas populares, con la diferencia de que se estima aprovechar las nuevas técnicas de comunicación para que el derecho a hacerse oír sea ejercido por tantos ciudadanos como espiren a ello.
Pero hablar exige responsabilidad de la veracidad, sentido y fin de lo que se dice. El derecho a ser escuchado tiene su correlativo en la obligación de no perturbar la atención de los demás con mensajes vacíos, ya que la proliferación de contenidos vanales lo que genera es el desinterés social en la comunicación, que es precisamente el efecto contrario al que se pretende con la reivindicación a tener voz. Por eso la presencia efectiva de la voz no depende sólo de gozar de un espacio físico de comunicación, sino del rango de credibilidad que se adquiere con los sucesivos contenidos que cada emisario difunde en la comunidad. En esa evaluación que cada persona hace de las muy diversas voces que proliferan en los medios influye el interés del tema que se trata y la ética que se aprecia en el posicionamiento de quien habla, ya que lo que transgrede la ética sólo interesa a quien se configura a sí mismo al margen del bien común, que desgraciadamente no son los menos en la sociedad, pero incluso estos tienden a embaucar con un discurso mendaz tergiversando la identidad de la justicia y el bien.
La responsabilidad de la voz social supone no sólo la veracidad en la información y la coherencia en la opinión, sino también pronunciarse sobre lo que no se debe callar, o sea, asumir el compromiso social de quien no otorga con la transgresión de la ética porque el discurso posible no le parezca oportuno para sus intereses. La valoración ética de cada institución no sólo es consiguiente a lo que se dice, sino también a lo que se calla, al menos en ese sector sensible de la sociedad que crece comprometida con la verdad.
 

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