PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 78                                                                                     ENERO - FEBRERO  2015
página 6

NATALIDAD

 
Una de las prioridades de toda naturaleza viva es la de reproducirse para sostener la especie.
Parece que la naturaleza humana, cuanto más se reconoce como sabia, distraída por otros menesteres se olvida de la necesidad de procrear cuando debiera ser su primer fin el hacerlo para asegurar la transmisión de la sabiduría y para tener en quien proyectar sus progresos intelectuales. Así, en determinadas zonas del mundo la natalidad se ha invertido hasta estar por debajo del índice de mortalidad, lo que aunque se supone compensado por la demografía de otras zonas no deja de ser un presagio de una decadencia en la identidad de esos pueblos. Es muy probable que personalmente nadie se sienta responsable de esa relajación en la natalidad de una comunidad, pero no lo es menos que una parte importante de la población afectada considera que es el entorno social el que la deriva a ese proceder, porque si se minusvalorara la natalidad habría muchas familias sin hijos, y no muchas familias con pocos hijos. Cada grupo social posee su propia problemática respecto a la natalidad, conviviendo en unas partes una demografía que denuncia un exceso natalidad, y en otras demanda de la misma; mientras la una y la otra no se puedan atribuir a causas biológicas, hay que considerar que ajustarse a lo más adecuado depende nada más que de la razón que induce el modo de actuar de las personas.
Hasta cuánto la natalidad es una consecuencia de la personalidad o un problema de determinación de las circunstancias no deja de ser discutido por los sociólogos, pero lo que la sociedad progresista debe abordar es que no sean las circunstancias las que distorsiones los propósitos de responsabilidad personal sobre la natalidad: Por una parte corresponde a la paternidad responsable ajustar la natalidad familiar a la lógica de los recursos; por otra, la estructura social debe planificarse favoreciendo una natalidad que garantice la proyección de futuro de la comunidad.
A veces la política de natalidad se dirige a incentivar económicamente el nacimiento de más hijos, pero ello es vano si esa responsabilidad pública no se extiende a su sostenimiento y educación, por lo que es importante que las políticas de familia hagan viable la atención a los hijos que aseguran la estabilidad de la población. Cuando esa conveniencia exija un incremento de las familias numerosas no está lejos de la realidad que se pueda considerar retribuir el trabajo doméstico de la custodia y educación de esa prole que una familia asume como un compromiso personal en bien de la sociedad. Esto se concentra especialmente en aquellas sociedades industriales donde la economía no gire en torno a un negocio familiar que haga más accesible compaginar la atención a los hijos y el trabajo, pues la industrialización ha mostrado cómo, ignorando progresivamente las necesidades familiares, ha sido uno de los agentes más determinantes de la reducción de la natalidad.
 

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