PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 81                                                                                     JULIO - AGOSTO  2015
página 8

EDUCACIÓN DE LA NO VIOLENCIA

 
La violencia es una de las pasiones más destructivas de la persona humana. Su origen puede encontrarse en rasgos del carácter y en los factores que intervienen en la formación de la personalidad social, pues la violencia para desarrollarse precisa de las relaciones, ya que sólo la violencia consigo mismo es la que puede diagnosticarse con probable causa en una patología, en los demás casos su desarrollo puede considerarse vinculado tanto al individuo como al marco social con el que entra en relación, pues el acicate de la violencia radica en la incitación de los actos que la provoca.
La educación es un factor determinante para el desarrollo de los hábitos de violencia, porque cada persona se reconoce como es, no como deberá ser para poder vivir en sociedad, y por ello las notas de violencia del carácter no se identifican como negativas, sino todo lo contrario, como formas que facilitan el dominio. Es en el desarrollo de la personalidad cuando la consciencia aprende de que la sociedad le enseña que existen estructuras de justicia que, utilizando la fortaleza del grupo, contrarrestan gran parte de las actitudes de dominio. En cuanto esa enseñanza sea eficaz a más corta edad, más se limita la probabilidad del enraizamiento de los hábitos de violencia. Por ello la acción de la educación específica contra la pasión de la violencia debe ocupar un espacio preeminente en la educación de los niños y jóvenes. Para ello no basta con reprender los actos de carácter violentos, sino que se precisa potenciar el valor de la racionalidad frente a la confrontación, para desarrollar actitudes para resolver las discrepancias de modo pacífico.
Cuando no se practica o fracasa la educación en el control de la violencia, el resultado es que la personalidad se distorsiona desde la juventud, debiéndose muchas veces la malformación de la conciencia a la tolerancia de la sociedad con la violencia, cuando padres y profesores miran a otra parte porque no les afecta personalmente el sufrimiento de la víctima. Nótese qué ejemplo pueden dar padres que practican violencia contra profesores, o los directores e inspectores que derivan a otros centros a las víctimas de acoso escolar cuando lo propio de la justicia sería trasladar a los violentos como castigo.
La educación es fundamental para evitar que los jóvenes practiquen violencia contra los menos favorecidos, aunque sean sus compañeros de centro escolar, porque ello supone el germen de quienes luego practican maltratando a discapacitados o marginados sociales; o forman bandas juveniles para dominar en un estamento en el que cada uno individualmente carece de presencia. Muchas veces esa violencia no queda impune cuando se comenten delitos, porque lo practican adolescentes y jóvenes menores de la edad penal considerada en la ley. Cada ejemplo conocido de victoria o impunidad de la violencia contradice el esfuerzo de otros muchos educadores.
Es muy posible que los poderes públicos no alcancen al control de a quienes sus familias renuncian a educar, muy especialmente cuando existen casos de familias desestructuradas incapaces de priorizar esa responsabilidad. En ese caso lo que se precisa es la labor de refuerzo en las escuelas y liceos, porque aunque las personas individualmente puedan renunciar a esa responsabilidad, el Estado no puede desentenderse, por razones de ética social y porque es muy probable que cuando la violencia se implanta, como una perversión de la sociedad, el coste social de su erradicación multiplicará por mucho el esfuerzo que se pudo hacer y no se hizo anteriormente a nivel de educación.
 

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