PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 86                                                                                     MAYO - JUNIO  2016
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DE CACIQUES

 
En la colonización europea de los pueblos latinoamericanos tiene su origen el concepto de cacique como quien tiene un poder real sobre una pequeña comunidad sin que necesariamente ostente un cargo institucional o administrativo. De hecho ese término se aplicó por los conquistadores a quienes sobre la población autóctona ejercían un poder de utilidad instrumental para la autoridad colonizadora. De ahí derivó la extensión semántica del término hacia todo quien dispone por ascendencia de poder para utilizar a su beneficio una localidad o región. Desde el aplicación social el caciquismo se identifica con el poder feudal, aunque por la evolución habida por la sociedad en el transcurso de los siglos se difumina la relación de protección que el feudatario admitía permaneciendo la de sumisión.
La característica esencial que del cacique ha trascendido a la sociedad moderna es la detentación de relaciones de dominio como privilegio connatural a la ascendencia económica o social. En especial esa mentalidad se mantiene en los países en los que no ha habido una auténtica revolución social sobre criterios de igualdad y solidaridad, hayan o no admitido formalismos democráticos cuyos criterios conviven en la población con los propios del antiguo régimen.
La mentalidad del cacique se mantiene de dos formas en la sociedad contemporánea: Por su poder en el entramado social y por su poder en el entramado político. En ambas se identifica una común vigencia de prevalencia de las relaciones de dominio sobre las relaciones de servicio, utilizando la primera al ámbito de la estructuración vertical en la configuración tradicional de la sociedad, y la segunda manejando su posicionamiento en las instituciones administrativas públicas. La social aprovecha hasta el límite detentar los resquicios morales que favorecen la resistencia al cambio para mantener los privilegios de dominio heredados generación tras generación. La política asume los cambios como oportunidad para, desde ese nuevo marco, establecer relaciones de dominio legitimadas donde debían proliferar las relaciones de servicio.
La secuela del caciquismo en los poderes públicos se muestra de modo muy especial en la corrupción de administrar las instituciones con el criterio heredado de identificar en sus intereses personales los intereses del pueblo. La vigencia de figuras en la política reminiscentes del pasado caciquismo muestra hasta cuánto todavía perduran disfrazados en las nuevas estructuras políticas criterios de dominio del egocentrismo familiar, como los de la reelección sucesiva, la distribución de cargos entre la parentela, el amiguismo, la designación a dedo, la burla de auditorías, abuso del decreto ley, etc. Todas esas formas no son sino manifestaciones de cuánto se esfuerzan las fuerzas políticas cuando arriban al poder para seguir imponiendo las relaciones de dominio como la rutina lógica del ejercicio del poder.
 

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