PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 89                                                                                   NOVIEMBRE - DICIEMBRE  2016
página 5

INSTITUCIONES PÚBLICAS

 
Por sorprendente que parezca, los más distintos sistemas políticos comparten muchos elementos estructurales que pondrían en cuestión si estos son una determinación misma de la tendencia asociativa o por qué, al menos en las formas, existen esas semejanzas si los mismos sistemas se consideran excluyentes entre sí. Sirva de ejemplo como tanto entre los regímenes comunistas y los capitalistas existen asambleas nacionales o parlamentos, sindicatos, ejércitos, presidentes, ministros, embajadores, universidades, asociaciones, teatros, mercados, bibliotecas, etc. prácticamente idénticos. Es como si la sociedad se moviera en una única dirección, y que el contagio de su forma de crecer impidiera surgir sistemas realmente diversos, como los que la ciencia ficción imagina para otros mundos. Una respuesta posible es que la especie humana lleva en sus genes formas de comportamiento universales, que justifican la similitud de la proyección creativa; o que la mente aún no ha sido capaz de desarrollarse tanto como para ser capaz de polarizar esa creatividad hacia fines antagónicos que diferenciaran profundamente unas sociedades de otras, hasta posiblemente hacerlas incompatibles.
La uniformidad de estructuras sociales puede basarse en que los pueblos copian de los demás todo lo útil, de modo que cualquier invención en una parte se expande tan rápidamente como corresponde a su interés, imitando las formas, aunque se maquille su imagen, para adaptarlas al propio sistema. Lo que quizá no sea fácil de replicar en esta tendencia utilitaria sea las intenciones intelectuales por las que se promueven esas estructuras de progreso, o sea su contexto moral  y su fin.
Los sociólogos pueden discernir, a partir de las relaciones que se dan al uso de unas estructuras semejantes, las características de cada sistema, muy especialmente en lo que concierne a las instituciones públicas, porque su diseño, uso y fin reflejan los modelos elegidos para la configuración del estado. La dinámica de esa relación entre ciudadano e instituciones es lo que diferencia los sistemas aunque sus instituciones sean aparentemente muy semejantes.
Entre esas posibles diferencias destaca una característica sobre todas las demás, y es la radical distinción que se genera según que los ciudadanos sirvan a las instituciones o que las instituciones sirvan a los ciudadanos. Ese opuesto matiz muchas veces no decide la calidad del servicio entre instituciones y ciudadanos, pero siempre delimita el ámbito de libertad que les concede.
Como lo común es definir a las instituciones como al servicio de los ciudadanos, hay que fijarse quien y como fija las prioridades, porque incluso en las sociedades más plurales y democráticas existe tendencia a que el poder utilice las instituciones públicas como medio de domino sobre las personas. Una prueba que aproxima a la conciencia real de si son las instituciones o los ciudadanos la prioridad en la gestión pública está en si en la educación priman las personas sobre las estructuras, fomentando el dominio que sobre ellas posee la ciudadanía; o si, por el contrario, se educa en la constricción que las instituciones ejercen sobre la sociedad en general. Teniendo en cuenta que durante siglos y siglos se impuso la tiranía de las instituciones, no es extraña su pervivencia en los sistemas sociales, por lo que se hace necesario en la educación remarcar la evolución dentro de los sistemas de las relaciones de dominio hacia relaciones de servicio, pues sólo así la conciencia ciudadana valorará el auténtico sentido y fin de unas instituciones a su servicio.
 

VOLVER A ÍNDICE TEMÁTICO