PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 9                                                                                                       JULIO-AGOSTO 2003
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FILOSOFÍA CREATIVA

 
El siglo del desarrollo tecnológico ha suscitado en muchos la expectativa de articular la ciencia sólo desde la posibilidad creativa. La ciencia se constituye como la perspectiva de la recreación de un nuevo mundo que supere el lastre de la limitación material.
En ese ambiente de pensamiento, necesariamente la filosofía se concibe como ciencia de ordenación del conjunto de ideas que diseñan un nuevo marco vivencial. A la idea se la asigna valor por su posibilidad de ofrecer progreso, de ser creativa de bienestar.
El interés por la filosofía especulativa, la que reflexiona y busca las verdades que nos dicta la naturaleza, la que articula la enseñanza del pensamiento tradicional, la que concurre con el juicio sobre los errores humanos del pasado, parece hoy totalmente marginado de quienes controlan los resortes del progreso en el saber.
Para recuperar un espacio en el paradigma de la ciencia, algunos pensadores abogan por el desarrollo de una filosofía creativa, configurando la misma no sobre el análisis y la especulación, de lo que el hombre y las cosas son, sino sobre las posibilidades de lo que la vida pudiera ser. Sería conceder a la idea un valor prospectivo de verdad que fundamente la articulación de un sistema ideal que sea modelo para dirigir el objetivo del desarrollo material.
La crítica a la filosofía, por su supuesta incapacidad de desarrollo al ritmo de la evolución científica y técnica, no justifica la conclusión de cambiar sus objetos propios para dinamizar sin más sus planteamientos. Proponer una ciencia filosófica que innove ideas sugerentes, aunque las mismas no contengan criterios contrastados de verdad, es construir un espacio de pensamiento ficticio que puede sólo llegar a tener en común con la filosofía el grado de abstracción.
La imaginación al poder  en filosofía no supone sino la constante inquietud por progresar desde la consolidación de los criterios de verdad que fundamenten cada conclusión. En la medida que el fundamento último de la verdad está en la esencia del ser de cada ente y en su naturaleza, el análisis riguroso no puede sino seguirse de su contemplación y especulación.
El acto de imaginación creativo no es el propio de la filosofía, pues en él fácilmente se confunde la naturaleza posible con la naturaleza real. Desde el punto de vista del pensamiento, se muestra muy sugerente la capacidad de concebir una naturaleza ideal acomodada al sentir de un determinado proyecto o concepción social, de tal modo que se realice la filosofía para conciliar o justificar una estrategia predeterminada.
En la medida que el desarrollo no se adecua a la naturaleza -lo que busca desentrañar la auténtica filosofía- es un desarrollo sólo aparente, falto de verdad, y puede crecer la tentación en sus promotores de construir una falsa naturaleza a la que conjugar los criterios de verdad inexistentes. El lema de tal pensamiento es: Si el desarrollo no se ajusta a la naturaleza, que sea la naturaleza quien se ajuste al desarrollo.
Las implicaciones sociales y ecológicas que se deducen de la filosofía creacionista quedan patentes. Los idealismos fanáticos que convulsionan cíclicamente a la sociedad provienen en gran medida de la aplicación de una filosofía basada en la creación de una maraña de verdades sustentadas unas en otras, sin fundamento en auténticos criterios de verdad del ser.
Hoy, más que nunca, la filosofía debe reivindicar su propio método como garantía de que su objeto no es crear el mejor de los mundos posibles, sino descubrir el orden del mundo real.