PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 9                                                                                                       JULIO-AGOSTO 2003
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EXTERIORIZARSE


 
La naturaleza y las circunstancias hacen que se produzca una diversidad de capacidades en las personas, lo que origina que haya mentes privilegiadas en los distintos espacios de la ciencia y la técnica. Muchas de estas personas no se identifican con el concepto de sabios, sino más bien con el de innovadores. Personas especialmente dotadas para hacer sugerentes planteamientos de la síntesis de conocimientos que en la sociedad se barajan.
Mientras que el saber es fácilmente trasmisible por la edición de manuales, enciclopedias, etc. el conocimiento de la original creatividad queda muchas veces relegado a entornos muy reducidos, de modo que su trascendencia social se ve muy mermada.
Uno de los defectos de personalidad de muchos individuos es la falta de referencia de la trascendencia social de su participación; reduciendo su campo de actuación al entorno profesional, desdeñan el esfuerzo de participación en la construcción de la comunidad.
Existen países cuyas costumbres han establecido cauces muy dinámicos para la comunicación de los ciudadanos; otros, en cambio, mantienen círculos concéntricos de presencia en la sociedad según esferas convencionales.
Potenciar la influencia de las personas que realmente tienen que aportar a la sociedad supone tres hitos:
   ·Romper barreras preestablecidas.
   ·Valorar la renovación de ideas.
   ·Exteriorizar las personas su capacidad.
Sobre las dos primeras se ha escrito mucho en toda la sociología del muevo mundo. Sin embargo, no se ha hecho tanto hincapié en que uno de los factores necesarios para una permanente renovación consiste en la exteriorización de las ideas y proyectos de muchos intelectuales anónimos.
Del mismo modo que la no inhibición política de los ciudadanos es lo que constituye verdaderas sociedades en libertad, la capacidad de comunicar y compartir la creatividad constituye el verdadero marco del progreso intelectual de la sociedad.
El primer paso en ese proceso de exteriorización de la capacidad intelectual está en saber crear equipos de trabajo a los cuales comunicar y con ellos contrastar las ideas originales. Quien no es capaz de trasmitir a los que trabajan con él inquietudes y proyectos, difícilmente podrá proyectar a la sociedad más que la estela de su éxito personal.
Aunque parezca paradoja, uno de los mayores conflictos personales para exteriorizar la propia sabiduría proviene de la sensación de que se está perdiendo la posibilidad del triunfo personal. La vanidad sicológica que algunos resuelven en encerrarse en una burbuja por miedo a que les roben los artificios para conseguir el éxito.
Exteriorizarse, o sea, poner a disposición de la sociedad los progresos de la propia capacidad intelectual, la creatividad y el sistema de trabajo, a veces supone una cierta renuncia al éxito estelar, pero siempre es la opción social más adecuada para quien sabe que en la cadena cada eslabón sería nada sin el legado histórico de la ciencia.
Exteriorizarse supone también superar la comodidad de quien se instala en el éxito fácil y renuncia al mayor esfuerzo. Perder de vista la trascendencia de lo social por la rentabilidad práctica de lo inmediato origina que se pierdan muchas aportaciones para el desarrollo de la comunidad.
Cuando se excusa la participación de lo genuinamente valioso, el espacio social de lo intelectual queda relegado a ser suplantado por estereotipos creados y controlados desde los grupos de poder para seguir realizando según su conveniencia.