PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 90                                                                                  ENERO - FEBRERO  2017
página 6

RESPONSABILIDAD  MEDIOAMBIENTAL

 
La etimología de la palabra "ambiente" se encuentra en el término latino ambiens-ntis, sustantivo verbal del verbo ambere, que indica rodear; por lo que el sustantivo ambiente significa lo que rodea. De ahí que medioambiente refiera al entorno físico-social que rodea la existencia del ser vivo. Del componente físico, lo primordial proviene definido por la naturaleza, previa a que la componente social incidiera en su perturbación. El componente social no sólo define relaciones directas entre los distintos seres vivos, sino también su influjo indirecto a través de la modificación de las condiciones físicas que se puedan producir. Lo que en el origen de la vida el medioambiente era en su totalidad componente físico, con el desarrollo de las especies --particularmente la creatividad del ser humano-- cada vez más el componente físico originario está alterándose por el influjo del comportamiento de las especies.
Que la física por sí se conoce como ciencia en función de la observación de las interacciones entre las partículas de la materia da idea de su dinámica, como lo que se mueve, se transforma, y por tanto puede ser conceptuada en sí como una capacidad responsable del medio capaz de vida o de no vida, al menos tal como la conocemos y entendemos los humanos.
Además de dar por hecho la generación del ambiente físico propicio para la vida, y su posible evolución a la restricción de la misma, cabe considerar la acción de los propios seres vivos para que las condiciones propicias lo sean a su favor o actúen de modo desfavorables. O sea, que en la medida que los seres vivos interactúan en la existencia --lo que se puede considerar como su sociabilidad-- sus repercusiones sobre la física que le rodea pueden modificar la calidad de su vida. De entre los seres vivos, esa responsabilidad será éticamente proporcional al conocimiento y valor del influjo que se realiza.
La capacidad mental del ser humano en conocer las propiedades físicas de su entorno, su provecho y su contaminación le hacen responsable de proceder de modo respetuoso con las mismas en cuanto determinantes de las condiciones de calidad de vida de la generación actual y su repercusión sobre las futuras. Cuánto más conoce, más responsable es, por lo que ese saber le obliga a actuar y a hacer actuar. Salvo los ignorantes, la sociedad entera está comprometida a obrar en defensa del medioambiente, sin que nadie deba considerar que su aportación es despreciable, pues, además de que todo suma para bien y para mal, cada acción no solo repercute sobre el sujeto que la realiza, sino sobre el conjunto de la comunidad que comparte, e incluso sobre totalidad del entorno vital.
Con que cada individuo sea responsable, sobre quien más pesa la obligación de escuchar a los científicos y ordenar obrar en consecuencia son quienes ejercen responsabilidades de poder sobre una porción del mundo. Los gobiernos tienen que asumir el liderazgo de la defensa del medioambiente, no pensando en sus intereses, sino precisamente superando la chica visión particular por la del bien común actual y futuro. Quien no lidere la auténtica inversión en ciencia para mejorar el medioambiente, proyectando el desarrollo de las técnicas a aplicar para que puedan ser una realidad de eficacia universal, se convierte en una lacra social, por más que por otras razones pueda gozar del beneplácito de los ciudadanos, pues cualquier servicio al bienestar de la sociedad que no se fundamente en la perfección de su medioambiente indirectamente es un perjuicio, aunque el mismo no sea perceptible en el corto plazo, ni en el interés inmediato. Olvidar la responsabilidad del ser individual con su especie es una negación directa del bien común respecto a lo que la vida pueda conceder.
 

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