PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 94                                                                                  SEPTIEMBRE - OCTUBRE  2017
página 8

DESPARASITAR

En general las ciencias naturales reconocen como parásitos a aquellos seres vivos que viven a costa de los demás. Aunque sea el modo de ser propio de algunas especies vegetales y animales, no se corresponde con las características propias al del ser humano, pero ello no obsta para que bastantes personas tiendan en su manera de ser a actitudes propias de los parásitos, o sea, a vivir del esfuerzo y trabajo de otros seres humanos.
Podría parecer que los ciudadanos parásitos son una proporción tan pequeña que no merecería siquiera prestarles atención, pero esa visión reduccionista lo que hace es ignorar la verdadera trascendencia que para el rendimiento de la sociedad supone las numerosas formas de parasitismo que se dan en las estructuras del sistema social. Contabilicemos:
  • Las personas que sin padecer discapacidad solicitan vivir de subvenciones.
  • Quienes injustificadamente no rinden en su trabajo.
  • Los que medran a través de la especulación.
  • Los que practican el robo, la estafa o la trampa.
  • Quienes despilfarran rentas y herencias.
  • Quienes se lucran por la corrupción política.
  • Los que defraudan de impuestos.
  • Quienes practican la mendicidad fraudulenta.
  • Los beneficiarios de organismos públicos innecesarios, ineficientes o redundantes.
Se podrían citar más de acuerdo a cada entorno social, pero baste con redundar que parásito es todo el que sin corresponderle es sufragado por los demás.
Modernizar la economía debería comenzar por desparasitar todo tipo de forma de vida que suponga aprovecharse del trabajo ajeno para medrar. Muchas de esas maneras de ejercer como parásito están tan enraizadas en las costumbres que ni la sociedad misma percibe el lastre que suponen, en primer lugar para la efectiva justicia, y en definitiva para la productividad y el progreso.
La tolerancia con los parásitos supone en muchos casos una interpretación benigna de la caridad, pero no es tal si se toman en consideración algunos de sus efectos sobre la sociedad: Desnaturalización de la justicia distributiva, pérdida de recursos destinados a la auténtica protección social, ejemplo deplorable a las sucesivas generaciones, perturbación del orden cívico, desmoralización social.
Desparasitar la sociedad es una tarea ímproba, que afecta a todos los estratos sociales, porque la tentación de abusar de la correcta conducta de los más de los ciudadanos no se restringe a estratos específicos de la sociedad, sino que en todos ellos surgen minorías que, en las posibilidades que les brinda su entorno, tienden a aprovechar los resquicios legales, y a veces ilegales, para prosperar sin esfuerzo. El primer paso para limpiar la sociedad es identificar dónde y cómo se da la parasitación, las lagunas legales que la permiten y a quienes afecta. El segundo, denunciar los estados de abuso. El tercero, dictar las disposiciones y normas para rectificar la parasitación. El cuarto, expurgar a todos los grupos y personas afectadas. El quinto, mantener la prevención para que no vuelva a generarse actitudes parásitas.
No existe mayor desmoralización para un grupo social que conocer cómo en su entorno se produce que unos viven del esfuerzo de los otros, no por atender necesidades solidarias, sino porque el sistema protege intereses ocultos que favorecen esas actitudes ilegítimas.
 

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