PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 97                                                                                  MARZO - ABRIL  2018
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ERUDICIÓN Y SABIDURÍA


La erudición representa un grado excelso del aprendizaje, pues reconoce el esfuerzo humano para el continuado estudio que hace que una persona domine con amplitud la materia de una o varias disciplinas. La sabiduría, en cambio, es la facultad para aplicar convenientemente el conocimiento adquirido. Se puede ser muy erudito y sabio, pero también muy versado en el saber y con poca capacidad para su aplicación productiva. En la erudición interviene principalmente la constancia y la memoria; en la sabiduría, la razón.
La erudición sigue un itinerario de aprensión de la realidad interna y externa por el conocimiento del ser humano. Comienza por la percepción mediante los sentidos de los accidentes externos de la materia, se sigue por la asimilación de los lenguajes abstractos que difunde la cultura y facilitan la abstracción nominal de las formas de la sustancias compuestas, se añade el reconocimiento de las leyes que relacionan la materia, la exposición del cosmos que enseñan las disciplinas descriptivas y se culmina asimilando el análisis científico y el compendio del saber de las síntesis precedentes. La facilidad de comprensión y una buen memoria facilitan extender la erudición hasta límites insospechados, pues la mente humana parece poseer una elasticidad exponencial para interiorizar el saber. La erudición en sí no se fundamenta sólo en retener el conocimiento, sino que en gran medida está en la capacidad de ordenarlo interdisciplinarmente para que el propio saber se refuerce y consolide.
Por sabiduría se entiende la aplicación práctica del conocimiento. Es evidente que a más erudición las posibilidades de aplicación de la sabiduría se multiplican, pero su fin se alcanza por la propia agilidad intelectual para discernir las aplicaciones propicias de lo conocido. El sabio realmente no es quien más sabe o conoce, sino quien es capaz de aplicar a cada necesidad el remedio adecuado. Así como la erudición supone un acumulación de conocer, la sabiduría también se alimenta del conocer, pero muy especialmente de la experiencia práctica de la utilidad de cada aplicación realizada por uno mismo o por otros. La aplicación de la sabiduría se nutre más de la intuición que de la percepción, aunque esta supone la base del bagaje para la aplicación de aquella, pues la intuición que guía la razón precisa de la forma abstracta de las ideas sobre las que versar los correspondientes juicios, y esas ideas, simples o muy elaboradas, proceden siempre de la percepción directa de la realidad o de la percepción del conocimiento prestado.
La peculiaridad que presenta la sabiduría es la de que aunque sea reducida la base de conocimiento permite sobre ella aplicar mucha creatividad; mientras que la erudición por sí misma, sin esa facilidad para el ejercicio de la intuición, facilita conjugar apropiadamente el saber, pero no garantiza el abanico de posibilidades de sus aplicaciones prácticas.
 

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